En la materia de Literatura, la primer consigna era hallar tres o cuatro adjetivos que nos describan. Luego elegir un objeto y ponerlo en un contexto. En treinta palabras teníamos que, sin mencionar el objeto elegido, representar las palabras elegidas. Habiendo escrito la descripción, nos juntamos en grupos y elegimos una sola descripción de las que había en el grupo y la alargamos, quedándonos un texto de tres párrafos.
Antes de comenzar con la nueva actividad, compartimos nuestros relatos en clase para que nuestros compañeros nos den opiniones positivas y negativas sobre cómo podía cambiar el texto para así escribir de manera individual un relato propio. Para enriquecer mi texto leí el capítulo 18 "El tiempo" del libro "El arte de la ficción" de David Lodge. En este capítulo se explica cómo dos autores, Charles Dickens y Jane Austen, utilizaban el estado climático para describir las emociones de los personajes en sus relatos. Utilicé esta técnica ya que el texto que habíamos escrito de manera grupal tenía parte de esta técnica y teníamos que utilizar algún fragmento del mismo.
A mi me costó escribir esta parte de la consigna, ya que la elección de vocabulario para describir las emociones me resultó complicado.
A continuación dejo el texto que escribí:
Ese día parecía ser el día en que todos abandonaríamos el planeta. Para ser más exacto, ese día era el jueves 28 del mes de junio, un día como cualquier otro, donde los ciudadanos nos levantábamos para ir a nuestros trabajos, salvo por el tiempo. Amanecí y me asomé por la ventana de mi cuarto, como cada mañana, y arriba, en la inmensidad del cielo, no se percibía la calidez del sol y solo se observaban la oscuridad y grisáceos tonos. Todo el cielo estaba inmerso en una capa de densas nubes, por momentos había una leve llovizna y en otros, una fuerte y pesada cortina de agua.
El tiempo, que todo lo cambia, no iba a evitar que vaya a mi trabajo. Salí de mi casa, cubierto con un gran piloto, y comencé a caminar. Las insignificantes gotas que caían sobre mí se tornaron en una abundante lluvia que plagó la capital del fluido. A medida que avanzaba el temporal, las calles se cubrían de agua. El color grisáceo del cielo junto a los chubascos y a la espesa niebla que comenzaba a aparecer, redujeron mi visibilidad, impidiéndome ver el camino. El tiempo no pudo pararme, ya que continúe caminando hacia el trabajo. Las baldosas que se encontraban flojas en la vereda se llenaron de agua, mojando el barro que tenían debajo, volviéndolo lodo. El clima empeoró y el tiempo pasaba más lento de lo normal, de modo que apresuré el paso cuando el cielo fue sacudido con el estrépito de los truenos y en consecuencia resbalé con una de esas inestables baldosas, cayendo al piso al igual que las gotas caían del plomizo firmamento. En un cambio repentino, el apagado paraíso se volvió en una radiante bóveda celeste, donde tuve la oportunidad de ver un recoveco donde me metí para así refugiarme del alterable clima.
Me puse a pensar en qué debía hacer, si seguir intentando llegar al trabajo, esperar a que el clima tome una decisión o si debía volver a mi hogar. Lo único que tenía en mente era cómo haría para caminar todos esos kilómetros bajo la inconstante lluvia. Me tomé unos minutos hasta que la tormenta paró y salí corriendo antes de que cambie de opinión. Luego de correr dos cuadras sin ningún obstáculo, vi brillar el azul eléctrico de un relámpago junto a un estruendo debido a lo cual bajé mi velocidad. En el instante en el que el cielo volvió a su sombrío tono, la lluvia se adueño de las calles en forma de granizo. A pesar de que ya quedaban unos pocos kilómetros para llegar al local era imposible continuar.
Un tiempo verdaderamente "muable".
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